A lo largo de los últimos cinco siglos, el edificio de la ciencia se ha construido sobre tres pilares fundamentales: la limitación del derecho de entrada asociada a la elevación y especialización de los conocimientos requeridos; la transformación de cualquier aspiración de dominación en la ambición y el empeño por avanzar en el conocimiento científico de la realidad dirimiendo las diferencias mediante la razón y el juicio de los pares; y, por último, la profunda convicción llevada a la práctica de que solo el desinterés, afirmando la independencia de la investigación científica puede, a la larga, engendrar interés.
Comparte este libro
Sinopsis
A lo largo de los últimos cinco siglos, el edificio de la ciencia se ha construido sobre tres pilares fundamentales: la limitación del derecho de entrada asociada a la elevación y especialización de los conocimientos requeridos; la transformación de cualquier aspiración de dominación en la ambición y el empeño por avanzar en el conocimiento científico de la realidad dirimiendo las diferencias mediante la razón y el juicio de los pares; y, por último, la profunda convicción llevada a la práctica de que solo el desinterés, afirmando la independencia de la investigación científica puede, a la larga, engendrar interés.
Ese ejercicio de independencia llevó a la ciencia a creer que su objeto, que su responsabilidad, podía ser del todo ajena a sus consecuencias y efectos sociales. A finales del siglo XX, sin embargo, sabemos que repudiar a la sociedad tuvo efectos fatales. Quizás fuera Ulrich Beck, el sociólogo alemán, quien primero llamara la atención sobre ello: los descubrimientos y hallazgos de la ciencia tienen hoy un impacto integral sobre toda la población, hasta el punto de que vivimos en una sociedad del riesgo global (pensemos en los efectos de las catástrofes nucleares; de las pandemias universales; de las crisis alimentarias mundiales; etc.) donde la sociedad civil no puede ser un objeto paciente, sino, al contrario, un sujeto activo que tiene el derecho y la obligación de participar en la cogestión de la ciencia y el conocimiento.
La revolución digital, la promesa que encierra Internet, es la de empoderarnos como ciudadanos en el ejercicio de esa cogestión responsable, la de capacitarnos para trabajar colaborativamente en la construcción de una nueva forma de inteligencia colectiva, la de crear ciudadanos capaces de interpretar críticamente la realidad interpelando a la ciencia misma.
"¡Todos sabios!" es a la vez el deseo y la apelación a que la sabiduría y el conocimiento sea cosa de todos.
Colección
Teorema. Serie mayor
Código
112091
I.S.B.N.
978-84-376-3071-7
Publicación
23/04/2013
Clasificación IBIC
JF
Formato
Papel
Páginas
200
Colección
Teorema. Serie mayor
Código
154002
I.S.B.N.
978-84-376-3140-0
Publicación
04/04/2013
Clasificación IBIC
JF
Formato
ePub
Autor
Antonio Lafuente
Antonio Lafuente García (1953, Granada) es investigador científico del Centro de Ciencias Humanas y Sociales (CSIC) en el área de estudios de la ciencia. Ha trabajado en diferentes proyectos como en la expansión colonial de la ciencia y en la relación de la ciencia con sus públicos y el conocimiento profano. Más recientemente investiga la relación entre tecnología y procomún, así como los nexos entre nuevos y viejos patrimonios. El interés por los bienes comunes le ha conducido al estudio de los problemas que plantea la expansión de los derechos de propiedad intelectual en ciencia, como también al análisis de las implicaciones que tienen los conceptos de gobernanza, conocimiento abierto, participación, democracia técnica, biz science y cultura científica.
Andoni Alonso Puelles (Vitoria, 1966) es un filósofo, investigador y profesor universitario español. Alonso se licenció en Filosofía en la Universidad de Navarra en 1989 y se doctoró en la Universidad del País Vasco en 1995. Ha sido profesor de Historia de la Filosofía en la Universidad de Extremadura y desde 2010 es profesor titular de Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid. Cursó estudios postdoctorales en la Penn State University entre 1996 y 1998 donde conoció y trabajó con Carl Mitcham e Iván Illich.