María Victoria Atencia, poetisa española perteneciente a la Generación del 50, nace en Málaga el 28 de noviembre de 1931. Desde niña mostró una fuerte inclinación por la poesía, la pintura y la música, disciplinas que cultivó a través de su educación.
A los veinticuatro años contrajo matrimonio con Rafael León quien se convirtió en su guía y editor, dedicándose de lleno a la poesía.
Durante su carrera ha obtenido numerosas distinciones entre las que destacan el Premio Andalucía de la Crítica 1998 y el Premio Nacional de la Crítica 1998.
Como homenaje a la autora en su 90 cumpleaños se publica su poesía completa en la colección Letras Hispánicas, bajo el título de Una luz imprevista. La edición ha estado a cargo de Rocío Badía Fumaz y supervisada al detalle por la poetisa malagueña.
Una luz imprevista reúne la producción de María Victoria Atencia desde su primer libro publicado, en 1961, hasta sus últimas composiciones.
Se trata de una poesía que interroga el mundo, deteniéndose en el detalle y a la vez trascendiéndolo para fijarse en sus espacios liminares (el hueco, el umbral, el viaje, el sueño...).
Desde el asombro inicial ante la realidad, hasta la reflexión sobre el paso del tiempo, las pérdidas y la anticipación de la muerte, asistimos a un continuo diálogo de la autora con un mundo a la vez deslumbrante y al borde de la quiebra.
Dice la malagueña que la poesía «debe salir de lo más profundo y expresar lo que no se conoce, lo que se quiere adivinar y entrever. Preferiría que se hablase de un exceso de luz, y no de veladuras, en toda referencia a mi poesía. Quizás la poesía no sea más que un modo de substitución por correspondencias personalmente halladas y de las que se espera una mayor luz hacia dentro y hacia afuera; de las que se espera un valor transcendido».
PUERTO BANÚS
Bello y triste a la vez este puerto llovido
que la montaña enmarca y perfilan los barcos.
Todo es melancolía.
Bandejas de pañete
olvidan corazones y cruces de cristal
de roca para el cuello de alguna enamorada.
Desluce en los cristales de una boutique vacía
el aire de los mástiles, y los galgos afganos
declinan su belleza. Balancean los yates
historias ocultadas a los lentos peatones.
Todo tiene el misterio de una luz imprevista.
Parece que le hubiésemos dado la vuelta al mapa.
MUJERES DE LA CASA
Si alguna vez pudieseis volver hasta encontrarme
(bordados trajes, blancas tiras, encañonados
filos para el paseo, palomas de maíz,
28 de noviembre, calle del Ángel, 1),
mujeres de la casa,
cómo os recibiría, ahora que os comprendo.
Quebraba vuestro sueño con sobresalto súbito,
y espantabais mi miedo deslizando las manos
por mis trenzas tirantes, me limpiabais los mocos
y endulzabais mi siesta con miel de Frigiliana.
Dejadme ir a vosotras, que quiero, blandamente,
patear como entonces vuestro animal regazo.
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